Una lectura política del Evangelio según San
Juan (1)
José M. Abreu
Una antigua tradición, divulgada por Clemente de Alejandría, dice que
Juan, después de comprobar que los hechos corporales de la vida de Jesús ya
habían sido narrados, escribió a instancias de sus más íntimos amigos y
hermanos "el evangelio espiritual". De modo que al hablar de política en el Evangelio de Juan, algunos podrían pensar que se estaría
distorsionando la intención original del evangelista. Sin embargo en este trabajo afirmamos exactamente lo contrario. Al abordar el Evangelio de
Juan desde una perspectiva política hacemos honor a la peculiar visión juanina
de la historia. Esta visión de la historia está expresada en la Encarnación de
Dios-Verbo en el hombre Jesús de Nazaret.
PALABRAS CLAVES:
Evangelio de Juan, encarnación, cristología, lectura política, reino y reinado de Dios, Roma, judíos, mundo, tinieblas, juicio, escatología.
Muy posiblemente la
investigación de algunos aspectos políticos en el Evangelio
de Juan resultará un tanto extraña para quienes consideran que dicho Evangelio
es el resultado de una progresiva espiritualización de la figura de Jesús. Una
antigua tradición, divulgada por Clemente de Alejan-dría, dice que Juan,
después de comprobar que los hechos corporales de la vida de Jesús ya habían
sido narrados, escribió a instancias de sus más íntimos amigos y hermanos
"el evangelio espiritual". De modo que al hablar de política en el
Evangelio de Juan, algunos podrían pensar que se estaría distorsionando la
intención original del evangelista.
Sin embargo en este trabajo afirmamos exactamente lo contrario.
Afirmamos que al abordar el Evangelio de Juan desde una perspectiva política
hacemos honor a la peculiar visión juanina de la historia. Esta visión de la
historia está expresada concretamente en la enseñanza central, en el eje doctrinal, del Evangelio de Juan: en la
Encarnación de Dios-Verbo en el hombre Jesús de Nazaret.
Interpretar el Evangelio de Juan desde esta perspectiva significa
considerar seria y profundamente el hecho de la Encarnación. No decimos esto
por puro afán de modernidad, ni por querer sintonizarnos con una cierta corriente de Interpretación bíblica nacida en América Latina. La Encarnación de Dios en el hombre Jesús tiene una
dimensión política natural, con enormes posibilidades para el reflexionar
teológico evangélico latinoamericano.
Para la fe cristiana, la Encarnación es un hecho histórico, y como tal
posee su propia realidad. Esta realidad deviene de la inserción de la vida de
Jesús de Nazaret, el Logos-Carne, en medio del acontecer de la vida de sus
contemporáneos. Y en este acontecer, el factor político era vitalmente
importante. El nacimiento, la vida, el ministerio o compromiso público, la muerte y la resurrección de Jesús de Nazaret no son acontecimientos dados
en un vacío temporal y espacial. Separar el hecho de la Encarnación de su
contexto cultural e histórico es simplemente hacer mitología.
Indudablemente, un tratamiento político del Evangelio de Juan tiene que
considerar la particular visión juanina de la vida do Jesús, la cristología
derivada del concepto de Encarnación y sus implicaciones históricas, el concepto de
"mundo" y, lógicamente, todos los factores políticos puestos en juego durante el prendimiento, juicio y crucifixión de Jesús.
Previamente es necesario estudiar, aunque someramente, una serie
de problemas de carácter introductorio. En especial todo lo referente a la situación vital
del Evangelio de Juan: origen, lugar de composición, fecha, situación de los
lectores y el ambiente que refleja. Es decir, debemos precisar el medio espiritual,
intelectual y político en el cual se da el pensamiento juanino. Aunque nuestro estudio no pretende ser exhaustivo,
trataremos de acercarnos a estos problemas con una metodología que establezca una serie de relaciones interactuantes que integran
la totalidad literaria del Evangelio de Juan.
Esto debe ser así porque lo estrictamente teológico se da en estrecha
vinculación con los factores históricos, sociales y políticos que enmarcan y
condicionan el movimiento de las ideas en el Evangelio de Juan. En consecuencia, no nos
acercamos a él desde un ángulo teológico aislado de toda la problemática humana
que integra la experiencia literaria.
Los principales problemas de crítica
literaria levantados en la actualidad en torno al Evangelio de Juan se pueden considerar desde tres aspectos: el
problema de la paternidad literaria, el género literario en sí y las fuentes utilizadas para la redacción del Evangelio. Dadas las limitaciones impuestas por la naturaleza de nuestro trabajo es imposible aquí discutir con la amplitud debida todos los
problemas derivados de las tres perspectivas señaladas. Nos limitaremos a dar
un esencialísimo resumen del estado de la cuestión en la crítica actual, presentar nuestra postura particular y remitir al lector a
la bibliografía señalada en este trabajo.
Respecto al autor, es necesario señalar que la postura tradicional, que
atribuye al Apóstol Juan la paternidad literaria del Evangelio, ha sido
fuertemente impugnada. La crítica protestante liberal se inclina a atribuir el
Evangelio a un tal "Juan el Presbítero", de Éfeso, o a uno o varios
redactores para nosotros desconocidos. Sin embargo, la crítica evangélica y la
católica es unánime en defender el origen apostólico y juanino del Evangelio,
considerando al menos como "certeza razonable" el que Juan, el hijo
de Zebedeo, esté detrás de la tradición sobre Jesús reflejada en el Cuarto
Evangelio.
Sin embargo, la impugnación de la postura tradicional - inspirada como
bien lo señala Léon-Dufour en criterios provenientes de sistemas filosóficos de tipo hegeliano, o en problemas derivados de
la historia de las religiones, y en menor grado en la critica interna - no ha disminuido en nada
el valorhistórico
del Evangelio de Juan.
Es muy posible que el Evangelio de Juan no haya sido escrito de un solo
tirón; es decir, en un lapso de tiempo relativamente breve, sino que sea el producto de la fijación literaria de diferentes materiales, redactados en distintas épocas, estando aún con vida el Apóstol Juan.
Por consiguiente, como sugiere Brown, Juan habría escrito los pasajes más
significativos de la vida de Jesús como el núcleo de su libro. Sobre este núcleo básico, un discípulo de Juan trabajó, ampliando o
añadiendo otros relatos y discursos, hasta lograr lo que actualmente conocemos como el Evangelio de Juan,
el cual habría sido publicado después de la muerte del Apóstol, no sin antes haberlo él conocido personalmente.
En síntesis, el Evangelio de Juan se remonta en lo esencial a un solo autor, para
nosotros Juan el Apóstol, testigo ocular de los acontecimientos que narra. Esto
no significa que Juan escribiera todas y cada una de sus páginas, pero los
retoques, ampliaciones y añadiduras estarían dentro de lo que bien podríamos
llamar una "escuela juanina de pensamiento". De ningún modo aceptamos una postura que implique un manipuleo
exagerado por parte de varios redactores y editores.
En cierto modo, al optar por una postura que considera el origen
apostólico del Evangelio de Juan estamos limitando temporalmente el problema de
la fecha de composición. Actualmente casi no existe un crítico que sitúe el
Evangelio de Juan más allá del año 100 d.C. Ya hemos indicado que posiblemente
el Evangelio de Juan vio la luz poco después de la muerte del Apóstol, probablemente durante el reinado de Trajano,
aproximadamente en el 98 d.C.
La crítica hoy se inclina a establecer una fecha límite para la redacción
final del Evangelio de Juan entre el 90 y 100 d.C., pero tomando en cuenta que
la tradición reflejada en el Evangelio de Juan se remonta muy hacia atrás,
hacia el período del 40 al 60 d.C., de manera que su primera redacción bien
podría ser colocada entre el 70 al 85 d.C. De modo que la composición final del
Evangelio de Juan ocupó un período de unos 40 años de predicación y labor
literaria.
Aunque el lugar de composición no revista extraordinaria importancia, es necesario señalar que Éfeso
permanece como la primera opción. El origen efesino, además de estar
fuertemente atestiguado por la tradición patrística, satisface la impresión
producida por la atmósfera intelectual que se aprecia al leer el Cuarto Evangelio. Éfeso era
por ese tiempo una auténtica encrucijada filosófica-religiosa y no resulta
extraño pensar que el Apóstol manifieste en su Evangelio el movimiento
intelectual y espiritual de su tiempo.
En nuestra opinión, no hay quizá en el NT ningún libro que refleje, bajo
tantos aspectos, el ambiente intelectual y religioso en el cual se ha formado como el Evangelio
de Juan. Prueba de esto son las innumerables tentativas de ubicarlo dentro de
un determinado contexto. Unas veces se le atribuye un carácter judeo-cristiano, o qumrámico, o gnóstico, o judeo-helenístico. Ha sido considerado como el depósito, ya de una
particular corriente espiritual, ya de una cantidad de sistemas filosóficos.
Sin duda, en todos estos intentos hay muchos elementos valiosos, pero
cualquiera asignación unilateral de la teología juanina a uno de los susodichos
ambientes espirituales no sólo es imprudente y peligroso, sino que atenta
contra el carácter auténticamente cristiano del Evangelio de Juan.
Por ejemplo, es muy cierto que hacia finales del siglo I d.C.
aparecieron las primeras herejías cristológicas, bajo la forma del docetismo.
Tales herejías concedían a Cristo sólo un cuerpo "aparente".
Evidentemente contra ellas se escribió: "Y el Logos se hizo carne, y
habitó entre nosotros..." (1:14). También es verdad que en los
primeros años del cristianismo se formó un grupo religioso en torno a la enseñanza de Juan el Bautista (cf. Hch. 19:1-7). Y contra este movimiento se
escribió: "No era él (Juan Bautista) la luz, era
solamente un testigo enviado para hablar en favor de la luz" (1:8).
Existen también, aun con todas las diferencias sustanciales,
impresionantes e interesantes analogías entre los escritos de la comunidad de Qumran y los textos juaninos. Sobre todo en el empleo de la antítesis luz-tinieblas. También es cierto que el Evangelio de Juan está en
abierta polémica contra las corrientes filosóficas de su tiempo. Pero nada de
esto fue el motivo fundamental de la composición del Evangelio de Juan.
Más bien, estas preocupaciones apologéticas de Juan apuntan a un hecho
claro: el libro está dirigido a una o varias comunidades cristianas para
ayudarles a profundizar y comunicar su fe en Jesucristo en un medio espiritual
e intelectual que era una auténtica encrucijada filosófica y religiosa. Y para
conseguir su fin Juan reinterpreta la historia de Jesús, a la luz de la nueva
situación planteada por las necesidades de sus contemporáneos, hombres no
familiarizados con el pensamiento hebreo, y con profundas preguntas
existenciales referentes al lugar de la persona de Jesús como fuerzaviviente
en el mundo.
Esto quiere decir que la estructura y el contenido del Evangelio de Juan es ciertamente análoga a la
de la predicación (kerigma) de la iglesia apostólica primitiva: la proclamación de la salvación mediante la
fe en el Señor resucitado. Sólo que esta proclamación no es simplemente el
mensaje pascual despojado de la existencia concreta y terrenal que le otorga
fundamento teológico.
Juan, entonces, declara en su obra que el Dios-Logos es el mismo Jesús
de Nazaret: un judío (4:9), hijo de José (6:42) y María. El Logos es ese
mismo hombre que se sentó cansado en el brocal de un pozo (4:6), que lloró por
la muerte de un amigo (1:35). La fe en este hombre Jesús de Nazaret nos
garantiza la resurrección y la vida. Este mensaje es absolutamente consistente
con el resto de las tradiciones del NT, especialmente la paulina.
En resumen, hasta ahora hemos intentado establecer no sólo el origen
apostólico del Evangelio de Juan, sino también su carácter de
"evangelio", de "buena noticia". Por encima de las
particularidades que hacen del Evangelio de Juan una obra sin igual, no sólo en
el NT, sino en la literatura religiosa universal, se impone la evidencia del carácter
histórico, terrenal, de la vida que palpita en sus páginas. Es pues, la obra de
un testigo ocular que se entronca con la predicación de la iglesia primitiva.
Esta predicación encamina al hombre hacia la vida que se encuentra al final de
todos los acontecimientos narrados: Jesús de Nazaret.
Conviene ahora detenernos para discutir, aunque sea muy breve-mente, la
perspectiva de las fuentes en las cuales se inspira el Evangelio de Juan. Dadas
las limitaciones de espacio y de finalidad, sólo podemos aquí presentar un
brevísimo resumen de las posibles fuentes de influencias propuestas por la
crítica moderna.
Básicamente son tres. En primer lugar, la teoría de la influencia del pensamiento gnóstico. Popularizada por la
Escuela de la Historia de las religionesdurante
las primeras décadas del presente siglo, tiene en W. Bauer y R.Bultmann a sus
más calificados representantes.
El término gnosticismo no es ciertamente algo bien definido, pero se ha
determinado algunos de sus elementos característicos: un dualismo ontológico;
seres intermediarios entre Dios y los hombres; el alma como una divina prisionera de la materia; la necesidad de un conocimiento esotérico para liberar al alma; este conocimiento lo obtienen unos
pocos iniciados solamente.
El gnosticismo clásico, tal como lo conocemos en los prejuiciados y
hostiles comentarios de los insignes representantes de la Patrística, aparece
como un movimiento plenamente desarrollado en el siglo II d.C. Y si nosotros
fechamos el Evangelio de Juan entre los años 9O-1OO d.C. tenemos que rechazar
cualquier sugerencia de influencia gnóstica.
Además, al descubrirse en Chenoboskion, Egipto, una biblioteca gnóstica se logró un conocimiento más objetivo del gnosticismo. El estudio de estas obras gnósticas permitió
comprobar que la teoría de la influencia gnóstica sobre Juan es completamente
falsa; fueron los gnósticos quienes copiaron a Juan.
Sin embargo, Bultmann intentó reelaborar la teoría sugiriendo la posible
existencia de un gnosticismo precristiano de tipo oriental diferente al
gnosticismo helenizado del siglo II, y particularmente expresado en la
literatura mandeana.
La más importante y singular teoría en la reconstrucción bultmaniana del
gnosticismo precristiano es la pretendida correspondencia entre el mitomandeano
del "Redentor Redimido" y la cristología del Evangelio de Juan.
Aunque reconocemos que la teoría de Bultmann modificó seriamente el
panorama de les estudios juaninos, creemos que el problema de la existencia de
un gnósticismo precristiano sigue teniendo serias dificultades históricas. Las
doctrinas conocidas de la teología mandeana son fechadas relativamente tarde en
la era cristiana, lo cual nos permite suponer que la identificación del
redentor gnóstico con la figura del Hijo del Hombre juanino es un desarrollo posterior al cristianismo mismo. En consecuencia, la propuesta
influencia gnóstica ha sido rechazada por la crítica actual por carecer de una
sólida base histórica.
La segunda fuente de influencia propuesta es el pensamiento helenístico.
Previamente es necesario hacer la siguiente observación: hay una fuerte presencia helenística en el judaísmo del tiempo del NT,
tanto en Palestina como en la Diáspora. Por lo tanto, si hay algún contacto o dependencia de Juan con el
judaísmo contemporáneo, es inevitable considerar una influencia helenística
sobre Juan.
Respecto a la relación entre Juan y la filosofía griega, sólo algunos viejos comentaristas han señalado posibles
contactos con un tipo de platonismo popular y con el estoicismo. Se ha
pretendido ver como platónico a una serie de contrastes frecuentes en el Cuarto
Evangelio: ejemplos, entre "lo de arriba" y "lo de abajo"
(3:31); entre el "espíritu y la carne" (3:6); entre la vida
espiritual y la vida natural (11:25,26).
Es posible que tales similitudes sean explicables por los contactos de
Juan con un judaísmo ya helenizado. Además, el AT mismo registra algunos de los
contrastes contenidos en Juan.
El paralelo con el estoicismo ha sido sugerido por el uso de la palabra
"Logos" en el Prólogo, pues era un término muy popular en el
estoicismo. Sin embargo, los críticos han demostrado que no hay realmente
razones para pensar en una influencia estoica sobre el pensamiento juanino. En
realidad existen notables diferencias en el empleo del termino por ambas
partes.
Otra influencia helenística propuesta ha sido el intento de Filón,
contemporáneo de Jesús, de combinar el judaísmo con la filosofía griega. No
hay evidencias definidas de que la obra de Filón hubiera sido conocida en
Palestina durante el siglo I, pero bien pudo Juan tener algún contacto con el
filonismo fuera de Palestina. La opinión de C.H.Dodd de que el filonismo y la
literatura hermética sea el trasfondo principal del pensamiento juanino, ha sido
rechazada: y las semejanzas en el
lenguaje figurado y en el simbolismo entre ambos
probablemente se debe a la mutua dependencia de la literatura de Sabiduría del
AT.
La última influencia helenística propuesta por algunos críticos es el
hermetismo, especie de movimiento filosófico~religioso desarrollado en
Egipto entre el siglo II y III d.C. alrededor de la figura mitológica de
Hermes. Nuevamente, la literatura hermética, que refleja un sincretismo
platónico-estoico con ideas religiosas egipcias, es muy posterior a la
composición del Cuarto Evangelio.
La tercera fuente propuesta para el pensamiento juanino es el judaísmo
palestinense. Una gran cantidad de críticos ha llegado a la convicción de que
el principal trasfondo del Evangelio de Juan lo constituye el judaísmo
palestinense del tiempo de Jesús. Este judaísmo estaba muy lejos de ser algo
monolítico. Por lo tanto debemos considerar por lo menos tres aspectos: la
influencia del AT, el judaísmo rabínico y el judaísmo de Qumran.
Respecto al AT podemos decir que Juan, aunque tiene pocas citas directas
del AT refleja aún más claramente que los sinópticos la corriente de
pensamiento antiguotestamentaria. Por ejemplo, Jesús es presentado como el
Mesias, el Siervo Sufriente de Isaías 53, el Rey de Israel, el Profeta, el Pastor, etc. Aún más, es evidente que la historia de
Moisés y del Éxodo domina fundamentalmente el lenguaje y las figuras e imágenes del Cuarto Evangelio. Al punto de que muchos comentaristas han
sugerido una dependencia estructural del Evangelio de Juan con respecto al
libro del Éxodo. Posiblemente esto será algo exagerado, pero es innegable la
importancia de la tipología mosaica para comprender el pensamiento teológico
del Cuarto Evangelio.
Además de los motivos mosaicos, son fundamentales los provenientes de la
literatura sapiencial: Proverbios, Salmos, etc. Al igual que los motivos
provenientes de los Profetas, especialmente de Isaías y Ezequiel.
La importancia dcl judaísmo rabínico estriba en el hecho de que la obra
de los rabinos es la continuación del judaísmo farisaico de los tiempos de
Jesús. Actualmente se escribe mucho sobre las relaciones entre Juan y los
escritos rabínicos, y son numerosos los paralelos señalados por los eruditos.
La fuerte influencia rabínica en el Evangelio de Juan se explicaría si el autor
fuese alguien bien familiarizado con el judaísmo del tiempo de Jesús.
Por último con el descubrimiento de los rollos del Mar Muerto el
acercamiento moderno al Evangelio de Juan ha sufrido un cambio radical, aunque no hay nada definido al respecto y aún se escribe
mucho sobre el asunto. Los paralelos entre Juan y los escritos de Qumran son
tan sorprendentes que definitivamente se ha de descartar para siempre la idea
de que el Evangelio de Juan sea el producto pleno del mundo helénico.
Aun así, la relación entre Juan y Qumran no parece ser directa, sino más
bien es una relación con un cierto tipo de pensamiento y lenguaje común a una
amplia esfera religiosa en Palestina. Por lo tanto, no podemos excluir la
posibilidad de que Jesús mismo conociese ese tipo de pensamiento y hablase el
mismo tipo de lenguaje. Así detrás de la aparente dependencia de Juan a Qumran
puede estar en realidad la enseñanza misma de Jesús.
En resumen podemos decir que en la elaboración del pensamiento teológico
de Juan han sido combinados los diversos modelos conceptuales a los cuales nos hemos referido. Reconocemos en el
autor del Evangelio, básicamente Juan el apóstol, a un verdadero genio teológico y literario. Vemos en Juan a un pensador que supo
compenetrarse tan profundamente con el pensamiento y el lenguaje de su maestro
que hoy ni la más refinada crítica literaria es capaz de separar lo que
corresponde a uno o al otro; algo así como lo ocurrido entre Sócrates y su discípulo Platón.
Por eso al decir que Juan combinó, por cierto magistralmente, diversos
tipos de pensamiento no damos por sentado que hayamos llegado a "la
fuente" de la teología juanina. Y aunque Juan interpretó, como lo hizo
toda la iglesia apostólica, la figura de Jesús en el trasfondo del pensamiento
del AT y del judaísmo palestinense, creemos que en el corazón de la teología juanina está la enseñanza misma de Jesús. De suerte
que el Evangelio de Juan jamás pierde su carácter específicamente cristiano.
En el Evangelio de Juan también tenemos el kerigma apostólico primitivo:
la proclamación de la salvación mediante la fe en el Señor resucitado. Esta
proclamación se fundamenta en un hecho histórico: la vida y enseñanza de Jesús
de Nazaret.
La historicidad del Cuarto Evangelio no significa que Juan intente
describir científicamente el pasado, hacer una crónica desinteresada y objetiva
de los acontecimientos que llenaron la vida de Jesús de Nazaret.
El proyecto juanino es iluminar el presente de la iglesia cristiana del primer
siglo con la luz de ese pasado tantas veces predicado y amorosamente guardado
en la memoria apostólica. Así el Evangelio de Juan adquiere un extraordinario
sentido de contemporaneidad, y la luz que iluminó al hombre del siglo I (1:9)
ilumina hoy con el mismo soberano resplandor al hombre de todos los siglos.
Agradecidos por el aporte de nuestro amigo José María Abreu desde Cumaná. Teología desde el Tercer Mundo.
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