miércoles, 8 de enero de 2020

Una lectura política del Evangelio según San Juan (1), José M. Abreu

Por su trascendencia teológica, publicaremos por entregas este importante documento ensayístico y académico de José M. Abreu. No se trata de politizar el Evangelio, sino reivindicar una lectura teológica holística enmarcada en la Liberación endógena (individuo) y exógena (colectivo) que nos propone Jesucristo. JCDN.


Una lectura política del Evangelio según San Juan (1)
José M. Abreu

RESUMEN:
Una antigua tradición, divulgada por Clemente de Alejandría, dice que Juan, después de comprobar que los hechos corporales de la vida de Jesús ya habían sido narrados, escribió a instancias de sus más íntimos amigos y hermanos "el evangelio espiritual". De modo que al hablar de política en el Evangelio de Juan, algunos podrían pensar que se estaría distorsionando la intención original del evangelista. Sin embargo en este trabajo afirmamos exactamente lo contrario. Al abordar el Evangelio de Juan desde una perspectiva política hacemos honor a la peculiar visión juanina de la historia. Esta visión de la historia está expresada en la Encarnación de Dios-Verbo en el hombre Jesús de Nazaret.
PALABRAS CLAVES:
Evangelio de Juan, encarnación, cristología, lectura política, reino y reinado de Dios, Romajudíos, mundo, tinieblas, juicio, escatología.
INTRODUCCIÓN
Muy posiblemente la investigación de algunos aspectos políticos en el Evangelio de Juan resultará un tanto extraña para quienes consideran que dicho Evangelio es el resultado de una progresiva espiritualización de la figura de Jesús. Una antigua tradición, divulgada por Clemente de Alejan-dría, dice que Juan, después de comprobar que los hechos corporales de la vida de Jesús ya habían sido narrados, escribió a instancias de sus más íntimos amigos y hermanos "el evangelio espiritual". De modo que al hablar de política en el Evangelio de Juan, algunos podrían pensar que se estaría distorsionando la intención original del evangelista.
Sin embargo en este trabajo afirmamos exactamente lo contrario. Afirmamos que al abordar el Evangelio de Juan desde una perspectiva política hacemos honor a la peculiar visión juanina de la historia. Esta visión de la historia está expresada concretamente en la enseñanza central, en el eje doctrinal, del Evangelio de Juan: en la Encarnación de Dios-Verbo en el hombre Jesús de Nazaret.
Interpretar el Evangelio de Juan desde esta perspectiva significa considerar seria y profundamente el hecho de la Encarnación. No decimos esto por puro afán de modernidad, ni por querer sintonizarnos con una cierta corriente de Interpretación bíblica nacida en América Latina. La Encarnación de Dios en el hombre Jesús tiene una dimensión política natural, con enormes posibilidades para el reflexionar teológico evangélico latinoamericano.
Para la fe cristiana, la Encarnación es un hecho histórico, y como tal posee su propia realidad. Esta realidad deviene de la inserción de la vida de Jesús de Nazaret, el Logos-Carne, en medio del acontecer de la vida de sus contemporáneos. Y en este acontecer, el factor político era vitalmente importante. El nacimiento, la vida, el ministerio o compromiso público, la muerte y la resurrección de Jesús de Nazaret no son acontecimientos dados en un vacío temporal y espacial. Separar el hecho de la Encarnación de su contexto cultural e histórico es simplemente hacer mitología.
Indudablemente, un tratamiento político del Evangelio de Juan tiene que considerar la particular visión juanina de la vida do Jesús, la cristología derivada del concepto de Encarnación y sus implicaciones históricas, el concepto de "mundo" y, lógicamente, todos los factores políticos puestos en juego durante el prendimiento, juicio y crucifixión de Jesús.
Previamente es necesario estudiar, aunque someramente, una serie de problemas de carácter introductorio. En especial todo lo referente a la situación vital del Evangelio de Juan: origen, lugar de composición, fecha, situación de los lectores y el ambiente que refleja. Es decir, debemos precisar el medio espiritual, intelectual y político en el cual se da el pensamiento juanino. Aunque nuestro estudio no pretende ser exhaustivo, trataremos de acercarnos a estos problemas con una metodología que establezca una serie de relaciones interactuantes que integran la totalidad literaria del Evangelio de Juan.
Esto debe ser así porque lo estrictamente teológico se da en estrecha vinculación con los factores históricos, sociales y políticos que enmarcan y condicionan el movimiento de las ideas en el Evangelio de Juan. En consecuencia, no nos acercamos a él desde un ángulo teológico aislado de toda la problemática humana que integra la experiencia literaria.


Los principales problemas de crítica literaria levantados en la actualidad en torno al Evangelio de Juan se pueden considerar desde tres aspectos: el problema de la paternidad literaria, el género literario en sí y las fuentes utilizadas para la redacción del Evangelio. Dadas las limitaciones impuestas por la naturaleza de nuestro trabajo es imposible aquí discutir con la amplitud debida todos los problemas derivados de las tres perspectivas señaladas. Nos limitaremos a dar un esencialísimo resumen del estado de la cuestión en la crítica actual, presentar nuestra postura particular y remitir al lector a la bibliografía señalada en este trabajo.
Respecto al autor, es necesario señalar que la postura tradicional, que atribuye al Apóstol Juan la paternidad literaria del Evangelio, ha sido fuertemente impugnada. La crítica protestante liberal se inclina a atribuir el Evangelio a un tal "Juan el Presbítero", de Éfeso, o a uno o varios redactores para nosotros desconocidos. Sin embargo, la crítica evangélica y la católica es unánime en defender el origen apostólico y juanino del Evangelio, considerando al menos como "certeza razonable" el que Juan, el hijo de Zebedeo, esté detrás de la tradición sobre Jesús reflejada en el Cuarto Evangelio.
Sin embargo, la impugnación de la postura tradicional - inspirada como bien lo señala Léon-Dufour en criterios provenientes de sistemas filosóficos de tipo hegeliano, o en problemas derivados de la historia de las religiones, y en menor grado en la critica interna - no ha disminuido en nada el valorhistórico del Evangelio de Juan.
Es muy posible que el Evangelio de Juan no haya sido escrito de un solo tirón; es decir, en un lapso de tiempo relativamente breve, sino que sea el producto de la fijación literaria de diferentes materiales, redactados en distintas épocas, estando aún con vida el Apóstol Juan. Por consiguiente, como sugiere Brown, Juan habría escrito los pasajes más significativos de la vida de Jesús como el núcleo de su libro. Sobre este núcleo básico, un discípulo de Juan trabajó, ampliando o añadiendo otros relatos y discursos, hasta lograr lo que actualmente conocemos como el Evangelio de Juan, el cual habría sido publicado después de la muerte del Apóstol, no sin antes haberlo él conocido personalmente.


En síntesis, el Evangelio de Juan se remonta en lo esencial a un solo autor, para nosotros Juan el Apóstol, testigo ocular de los acontecimientos que narra. Esto no significa que Juan escribiera todas y cada una de sus páginas, pero los retoques, ampliaciones y añadiduras estarían dentro de lo que bien podríamos llamar una "escuela juanina de pensamiento". De ningún modo aceptamos una postura que implique un manipuleo exagerado por parte de varios redactores y editores.
En cierto modo, al optar por una postura que considera el origen apostólico del Evangelio de Juan estamos limitando temporalmente el problema de la fecha de composición. Actualmente casi no existe un crítico que sitúe el Evangelio de Juan más allá del año 100 d.C. Ya hemos indicado que posiblemente el Evangelio de Juan vio la luz poco después de la muerte del Apóstol, probablemente durante el reinado de Trajano, aproximadamente en el 98 d.C.
La crítica hoy se inclina a establecer una fecha límite para la redacción final del Evangelio de Juan entre el 90 y 100 d.C., pero tomando en cuenta que la tradición reflejada en el Evangelio de Juan se remonta muy hacia atrás, hacia el período del 40 al 60 d.C., de manera que su primera redacción bien podría ser colocada entre el 70 al 85 d.C. De modo que la composición final del Evangelio de Juan ocupó un período de unos 40 años de predicación y labor literaria.
Aunque el lugar de composición no revista extraordinaria importancia, es necesario señalar que Éfeso permanece como la primera opción. El origen efesino, además de estar fuertemente atestiguado por la tradición patrística, satisface la impresión producida por la atmósfera intelectual que se aprecia al leer el Cuarto Evangelio. Éfeso era por ese tiempo una auténtica encrucijada filosófica-religiosa y no resulta extraño pensar que el Apóstol manifieste en su Evangelio el movimiento intelectual y espiritual de su tiempo.
En nuestra opinión, no hay quizá en el NT ningún libro que refleje, bajo tantos aspectos, el ambiente intelectual y religioso en el cual se ha formado como el Evangelio de Juan. Prueba de esto son las innumerables tentativas de ubicarlo dentro de un determinado contexto. Unas veces se le atribuye un carácter judeo-cristiano, o qumrámico, o gnóstico, o judeo-helenístico. Ha sido considerado como el depósito, ya de una particular corriente espiritual, ya de una cantidad de sistemas filosóficos.
Sin duda, en todos estos intentos hay muchos elementos valiosos, pero cualquiera asignación unilateral de la teología juanina a uno de los susodichos ambientes espirituales no sólo es imprudente y peligroso, sino que atenta contra el carácter auténticamente cristiano del Evangelio de Juan.
Por ejemplo, es muy cierto que hacia finales del siglo I d.C. aparecieron las primeras herejías cristológicas, bajo la forma del docetismo. Tales herejías concedían a Cristo sólo un cuerpo "aparente". Evidentemente contra ellas se escribió: "Y el Logos se hizo carne, y habitó entre nosotros..." (1:14). También es verdad que en los primeros años del cristianismo se formó un grupo religioso en torno a la enseñanza de Juan el Bautista (cf. Hch. 19:1-7). Y contra este movimiento se escribió: "No era él (Juan Bautista) la luz, era solamente un testigo enviado para hablar en favor de la luz" (1:8).
Existen también, aun con todas las diferencias sustanciales, impresionantes e interesantes analogías entre los escritos de la comunidad de Qumran y los textos juaninos. Sobre todo en el empleo de la antítesis luz-tinieblas. También es cierto que el Evangelio de Juan está en abierta polémica contra las corrientes filosóficas de su tiempo. Pero nada de esto fue el motivo fundamental de la composición del Evangelio de Juan.
Más bien, estas preocupaciones apologéticas de Juan apuntan a un hecho claro: el libro está dirigido a una o varias comunidades cristianas para ayudarles a profundizar y comunicar su fe en Jesucristo en un medio espiritual e intelectual que era una auténtica encrucijada filosófica y religiosa. Y para conseguir su fin Juan reinterpreta la historia de Jesús, a la luz de la nueva situación planteada por las necesidades de sus contemporáneos, hombres no familiarizados con el pensamiento hebreo, y con profundas preguntas existenciales referentes al lugar de la persona de Jesús como fuerzaviviente en el mundo.
Esto quiere decir que la estructura y el contenido del Evangelio de Juan es ciertamente análoga a la de la predicación (kerigma) de la iglesia apostólica primitiva: la proclamación de la salvación mediante la fe en el Señor resucitado. Sólo que esta proclamación no es simplemente el mensaje pascual despojado de la existencia concreta y terrenal que le otorga fundamento teológico.
Juan, entonces, declara en su obra que el Dios-Logos es el mismo Jesús de Nazaret: un judío (4:9), hijo de José (6:42) y María. El Logos es ese mismo hombre que se sentó cansado en el brocal de un pozo (4:6), que lloró por la muerte de un amigo (1:35). La fe en este hombre Jesús de Nazaret nos garantiza la resurrección y la vida. Este mensaje es absolutamente consistente con el resto de las tradiciones del NT, especialmente la paulina.


En resumen, hasta ahora hemos intentado establecer no sólo el origen apostólico del Evangelio de Juan, sino también su carácter de "evangelio", de "buena noticia". Por encima de las particularidades que hacen del Evangelio de Juan una obra sin igual, no sólo en el NT, sino en la literatura religiosa universal, se impone la evidencia del carácter histórico, terrenal, de la vida que palpita en sus páginas. Es pues, la obra de un testigo ocular que se entronca con la predicación de la iglesia primitiva. Esta predicación encamina al hombre hacia la vida que se encuentra al final de todos los acontecimientos narrados: Jesús de Nazaret.
Conviene ahora detenernos para discutir, aunque sea muy breve-mente, la perspectiva de las fuentes en las cuales se inspira el Evangelio de Juan. Dadas las limitaciones de espacio y de finalidad, sólo podemos aquí presentar un brevísimo resumen de las posibles fuentes de influencias propuestas por la crítica moderna.
Básicamente son tres. En primer lugar, la teoría de la influencia del pensamiento gnóstico. Popularizada por la Escuela de la Historia de las religionesdurante las primeras décadas del presente siglo, tiene en W. Bauer y R.Bultmann a sus más calificados representantes.
El término gnosticismo no es ciertamente algo bien definido, pero se ha determinado algunos de sus elementos característicos: un dualismo ontológico; seres intermediarios entre Dios y los hombres; el alma como una divina prisionera de la materia; la necesidad de un conocimiento esotérico para liberar al alma; este conocimiento lo obtienen unos pocos iniciados solamente.
El gnosticismo clásico, tal como lo conocemos en los prejuiciados y hostiles comentarios de los insignes representantes de la Patrística, aparece como un movimiento plenamente desarrollado en el siglo II d.C. Y si nosotros fechamos el Evangelio de Juan entre los años 9O-1OO d.C. tenemos que rechazar cualquier sugerencia de influencia gnóstica.
Además, al descubrirse en Chenoboskion, Egipto, una biblioteca gnóstica se logró un conocimiento más objetivo del gnosticismo. El estudio de estas obras gnósticas permitió comprobar que la teoría de la influencia gnóstica sobre Juan es completamente falsa; fueron los gnósticos quienes copiaron a Juan.
Sin embargo, Bultmann intentó reelaborar la teoría sugiriendo la posible existencia de un gnosticismo precristiano de tipo oriental diferente al gnosticismo helenizado del siglo II, y particularmente expresado en la literatura mandeana.
La más importante y singular teoría en la reconstrucción bultmaniana del gnosticismo precristiano es la pretendida correspondencia entre el mitomandeano del "Redentor Redimido" y la cristología del Evangelio de Juan.
Aunque reconocemos que la teoría de Bultmann modificó seriamente el panorama de les estudios juaninos, creemos que el problema de la existencia de un gnósticismo precristiano sigue teniendo serias dificultades históricas. Las doctrinas conocidas de la teología mandeana son fechadas relativamente tarde en la era cristiana, lo cual nos permite suponer que la identificación del redentor gnóstico con la figura del Hijo del Hombre juanino es un desarrollo posterior al cristianismo mismo. En consecuencia, la propuesta influencia gnóstica ha sido rechazada por la crítica actual por carecer de una sólida base histórica.
La segunda fuente de influencia propuesta es el pensamiento helenístico. Previamente es necesario hacer la siguiente observación: hay una fuerte presencia helenística en el judaísmo del tiempo del NT, tanto en Palestina como en la Diáspora. Por lo tanto, si hay algún contacto o dependencia de Juan con el judaísmo contemporáneo, es inevitable considerar una influencia helenística sobre Juan.
Respecto a la relación entre Juan y la filosofía griega, sólo algunos viejos comentaristas han señalado posibles contactos con un tipo de platonismo popular y con el estoicismo. Se ha pretendido ver como platónico a una serie de contrastes frecuentes en el Cuarto Evangelio: ejemplos, entre "lo de arriba" y "lo de abajo" (3:31); entre el "espíritu y la carne" (3:6); entre la vida espiritual y la vida natural (11:25,26).
Es posible que tales similitudes sean explicables por los contactos de Juan con un judaísmo ya helenizado. Además, el AT mismo registra algunos de los contrastes contenidos en Juan.
El paralelo con el estoicismo ha sido sugerido por el uso de la palabra "Logos" en el Prólogo, pues era un término muy popular en el estoicismo. Sin embargo, los críticos han demostrado que no hay realmente razones para pensar en una influencia estoica sobre el pensamiento juanino. En realidad existen notables diferencias en el empleo del termino por ambas partes.
Otra influencia helenística propuesta ha sido el intento de Filón, contemporáneo de Jesús, de combinar el judaísmo con la filosofía griega. No hay evidencias definidas de que la obra de Filón hubiera sido conocida en Palestina durante el siglo I, pero bien pudo Juan tener algún contacto con el filonismo fuera de Palestina. La opinión de C.H.Dodd de que el filonismo y la literatura hermética sea el trasfondo principal del pensamiento juanino, ha sido rechazada: y las semejanzas en el lenguaje figurado y en el simbolismo entre ambos probablemente se debe a la mutua dependencia de la literatura de Sabiduría del AT.
La última influencia helenística propuesta por algunos críticos es el
hermetismo, especie de movimiento filosófico~religioso desarrollado en Egipto entre el siglo II y III d.C. alrededor de la figura mitológica de Hermes. Nuevamente, la literatura hermética, que refleja un sincretismo platónico-estoico con ideas religiosas egipcias, es muy posterior a la composición del Cuarto Evangelio.
La tercera fuente propuesta para el pensamiento juanino es el judaísmo palestinense. Una gran cantidad de críticos ha llegado a la convicción de que el principal trasfondo del Evangelio de Juan lo constituye el judaísmo palestinense del tiempo de Jesús. Este judaísmo estaba muy lejos de ser algo monolítico. Por lo tanto debemos considerar por lo menos tres aspectos: la influencia del AT, el judaísmo rabínico y el judaísmo de Qumran.
Respecto al AT podemos decir que Juan, aunque tiene pocas citas directas del AT refleja aún más claramente que los sinópticos la corriente de pensamiento antiguotestamentaria. Por ejemplo, Jesús es presentado como el Mesias, el Siervo Sufriente de Isaías 53, el Rey de Israel, el Profeta, el Pastor, etc. Aún más, es evidente que la historia de Moisés y del Éxodo domina fundamentalmente el lenguaje y las figuras e imágenes del Cuarto Evangelio. Al punto de que muchos comentaristas han sugerido una dependencia estructural del Evangelio de Juan con respecto al libro del Éxodo. Posiblemente esto será algo exagerado, pero es innegable la importancia de la tipología mosaica para comprender el pensamiento teológico del Cuarto Evangelio.
Además de los motivos mosaicos, son fundamentales los provenientes de la literatura sapiencial: Proverbios, Salmos, etc. Al igual que los motivos provenientes de los Profetas, especialmente de Isaías y Ezequiel.
La importancia dcl judaísmo rabínico estriba en el hecho de que la obra de los rabinos es la continuación del judaísmo farisaico de los tiempos de Jesús. Actualmente se escribe mucho sobre las relaciones entre Juan y los escritos rabínicos, y son numerosos los paralelos señalados por los eruditos. La fuerte influencia rabínica en el Evangelio de Juan se explicaría si el autor fuese alguien bien familiarizado con el judaísmo del tiempo de Jesús.


Por último con el descubrimiento de los rollos del Mar Muerto el acercamiento moderno al Evangelio de Juan ha sufrido un cambio radical, aunque no hay nada definido al respecto y aún se escribe mucho sobre el asunto. Los paralelos entre Juan y los escritos de Qumran son tan sorprendentes que definitivamente se ha de descartar para siempre la idea de que el Evangelio de Juan sea el producto pleno del mundo helénico.
Aun así, la relación entre Juan y Qumran no parece ser directa, sino más bien es una relación con un cierto tipo de pensamiento y lenguaje común a una amplia esfera religiosa en Palestina. Por lo tanto, no podemos excluir la posibilidad de que Jesús mismo conociese ese tipo de pensamiento y hablase el mismo tipo de lenguaje. Así detrás de la aparente dependencia de Juan a Qumran puede estar en realidad la enseñanza misma de Jesús.
En resumen podemos decir que en la elaboración del pensamiento teológico de Juan han sido combinados los diversos modelos conceptuales a los cuales nos hemos referido. Reconocemos en el autor del Evangelio, básicamente Juan el apóstol, a un verdadero genio teológico y literario. Vemos en Juan a un pensador que supo compenetrarse tan profundamente con el pensamiento y el lenguaje de su maestro que hoy ni la más refinada crítica literaria es capaz de separar lo que corresponde a uno o al otro; algo así como lo ocurrido entre Sócrates y su discípulo Platón.
Por eso al decir que Juan combinó, por cierto magistralmente, diversos tipos de pensamiento no damos por sentado que hayamos llegado a "la fuente" de la teología juanina. Y aunque Juan interpretó, como lo hizo toda la iglesia apostólica, la figura de Jesús en el trasfondo del pensamiento del AT y del judaísmo palestinense, creemos que en el corazón de la teología juanina está la enseñanza misma de Jesús. De suerte que el Evangelio de Juan jamás pierde su carácter específicamente cristiano.
En el Evangelio de Juan también tenemos el kerigma apostólico primitivo: la proclamación de la salvación mediante la fe en el Señor resucitado. Esta proclamación se fundamenta en un hecho histórico: la vida y enseñanza de Jesús de Nazaret.
La historicidad del Cuarto Evangelio no significa que Juan intente describir científicamente el pasado, hacer una crónica desinteresada y objetiva de los acontecimientos que llenaron la vida de Jesús de Nazaret.
El proyecto juanino es iluminar el presente de la iglesia cristiana del primer siglo con la luz de ese pasado tantas veces predicado y amorosamente guardado en la memoria apostólica. Así el Evangelio de Juan adquiere un extraordinario sentido de contemporaneidad, y la luz que iluminó al hombre del siglo I (1:9) ilumina hoy con el mismo soberano resplandor al hombre de todos los siglos.

1 comentario:

  1. Agradecidos por el aporte de nuestro amigo José María Abreu desde Cumaná. Teología desde el Tercer Mundo.

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