sábado, 9 de enero de 2021

DIETRICH BONHOEFFER (DE LA SERIE "RELATOS DEL DÍA DEL JUICIO FINAL"). JOSÉ CARLOS DE NÓBREGA

 


DIETRICH BONHOEFFER

Al flaco Ismael Noé, militante evangélico de la liberación en Cristo

Dietrich Bonhoeffer (Breslau, Alemania, 1906-Flossenbürg, 1945) es una voz notable de la teología cristiana contemporánea desde el protestantismo. Tenemos la osadía de afirmar categóricamente que el conjunto de su obra antecede a la Teología de la Liberación latinoamericana de Gustavo Gutiérrez, Enrique Dussel y Leonardo Boff. Entre sus libros de teología tenemos Vida en Comunidad (Sígueme, 1979) y El Precio de la Gracia.

Resistencia y sumisión (1951, al cuidado de su editor y biógrafo Eberhard Bethge), publicado en 1983 por la católica Ediciones Sígueme –Salamanca, es un volumen póstumo que recoge ensayos, correspondencia, diarios y poemas escritos en el contexto de su prisión en Tegel, campo de presidio nazi, entre 1943 y 1945. Bonhoeffer fue un militante de la fe cristiana que apostó por la liberación de su país escarnecido por el Tercer Reich. Detenido el 5 de abril de 1943 por sedición, fue ejecutado el 9 de abril de 1945, poco antes de que fuese liberada Alemania por las fuerzas aliadas encabezadas por el Ejército Rojo creado por León Trotsky, otro mártir de la libertad asesinado por el héroe estalinista español Ramón Mercader en México el año 1940.

Además de la correspondencia, acosada por la censura nazi y facilitada por amigos oficiales del presidio, se compilaron poemas, oraciones y textos teológicos. Por supuesto, el lector no puede pasar por alto la lectura del documento “Balance en la transición a 1943. Al cabo de diez años” (publicado por La Editorial argentina protestante La Aurora), un profundo y corajudo ensayo sobre el desmadre del milenio nazi que, por fortuna, duraría doce años. La ética cristiana se desborda para restituir la justicia, a la vera de la profecía bíblica y el análisis político-social, en una Europa estragada por la guerra.

Nos comenta Bethge que este título significativo se convierte en la película del cautiverio de Bonhoeffer, o edifica a nuestro entender un gran poema polifónico en verso y prosa en el que el pastor luterano “combina los aspectos más personales con los mundiales, elaborando así, en una síntesis sensacional, la unidad en un espíritu superior y en un corazón sensible”. La mística incubada en la prisión es cristianismo rebelde y díscolo con el genocidio y la guerra como negocio y expansión territorial esclavizante.

Incluso un libro teológico “puro” como Vida en Comunidad critica los vicios de las jerarquías religiosas y sus “ensoñaciones piadosas” cuando arremeten contra los pecadores más vulnerables y, en consecuencia, entenebrecen el devenir histórico y espiritual de la comunidad cristiana. Reivindica la primacía del amor y el perdón muy por encima de los formalismos religiosos institucionales y, por supuesto, la superioridad moral. Una auténtica vuelta a la experiencia extrema y solidaria del cristianismo de las Catacumbas, significa la asunción de un modo de vida liberador y propiciador del cambio social dentro y fuera de la Iglesia.

No nos queda duda que Bonhoeffer posee la estatura ética, utopista (la utopía no es una pieza fantástica sino la formulación de un mejor mundo por venir) y comprometida de Martin Luther King, Gandhi, Camilo Torres y Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Todos ellos, al igual que Sandino, Farabundo Martí y el poeta Roque Dalton, integran el martirologio que se arriesga por la vida y no por la muerte que entraña la sumisión de las mayorías. Ello no obstante las convicciones religiosas y políticas de cada cual. Las clases dominantes insisten en enfrentar la religión, la política y el arte como modos de vida que se aborrecen. Por el contrario, son evidentes sus vínculos con la liberación de la humanidad y la restitución de un mejor nivel de existencia.

Dietrich Bonhoeffer no se refugió en ninguna cátedra teológica en Nueva York, ciudad en la que también se formó. Apostó por organizar a la Iglesia de Cristo que no quería plegarse a la villanía envilecida del totalitarismo de Hitler y Mussolini. A tal punto, se le prohibió en Alemania ejercer el magisterio universitario, la escritura profético-teológica y, peor todavía, la conducción de su propia comunidad religiosa.

A setenta y cinco años de su ejecución y martirologio, sus libros siguen apasionando nuestro corazón cristiano y rebelde. Por tal razón, un grupo de amigos (Ismael Noé, Martín Lara, Quique García Grooscors y este polemista compulsivo) hemos constituido el Centro de Estudios Teológicos “Dietrich Bonhoeffer” aquí en Valencia, la de Venezuela.

El Día del Juicio Final de Dietrich Bonhoeffer, comprendió el período de dos años de la estadía en prisión que lo llevó finalmente al paredón de fusilamiento. El discurso literario en la situación extrema que supone el cautiverio y una muy posible ejecución sumaria, no fue dispersa ni fragmentaria como se puede desprender de una lectura superficial del referido libro póstumo. Constituyó una experiencia poligráfica al igual que la Biblia: Escritura de Dios diversa, contingente e intensamente humanística. En ambas propuestas escriturales, la colectiva bíblica y la individual del reo del siglo XX, tenemos desde la crónica del Génesis y el Éxodo, los cuatro evangelios y el diario llevado en la celda; pasando por las epístolas de San Pablo y las cartas que se cruzó el pastor y el hombre Bonhoeffer con familiares y amigos; hasta la poesía indiscutible y confesional de los Salmos y los poemas del recluso político.

Sin estridencia estilística alguna ni ampulosidad en la captación y recreación de su vía crucis en cana, Bonhoeffer se convierte en poeta del Decir como el pastor de cabras Miguel Hernández, el sacerdote Ernesto Cardenal o el monje Thomas Merton. Sus poemas “¿Quién soy?” y “Voces nocturnas en Tegel”, dan testimonio fehaciente tanto de la angustia que provoca la copa apurada por Cristo en Getsemaní, como la alegría indecible de la resurrección al tercer día. Todo un proceso de vida y escritura enclavadas en el saberse contradecir y en la superación de la culpabilidad inducida por el Poder dominante de afuera y el imaginario judeo-cristiano que bulle adentro. Bien lo decía Unamuno, fe que no duda no se puede considerar como tal. A lo que añade con no menos elocuencia el mismo Dietrich Bonhoeffer: “¿Quién soy? Las preguntas solitarias se burlan de mí”.         

He aquí el poema “¿Quién soy?”, el cual habla por sí solo del diálogo contingente, ansioso y amoroso de Bonhoeffer consigo mismo, con Dios trino liberador y con su prójimo coetáneo y el de más acá en el tiempo histórico.

¿Quién soy? Me dicen a menudo

Que salgo de mi celda

Sereno, risueño y firme,

Como un noble de su palacio.

 

¿Quién soy? Me dicen a menudo

Que hablo con los carceleros

Libre, amistosa y francamente,

Como si mandase yo.

 

¿Quién soy? Me dicen también

Que soporto los días de infortunio

Con indiferencia, sonrisa y orgullo,

Como alguien acostumbrado a vencer.

 

¿Soy realmente lo que otros dicen de mí?

¿O bien sólo soy lo que yo mismo sé de mí?

Intranquilo, ansioso, enfermo, cual pajarillo enjaulado,

Pugnando por poder respirar, como si alguien me oprimiese la garganta,

Hambriento de colores, de flores, de cantos de aves,

Sediento de buenas palabras y de proximidad humana,

Temblando de cólera ante la arbitrariedad y el menor agravio,

Agitado por la espera de grandes cosas,

Impotente y temeroso por los amigos en la infinita lejanía,

Cansado y vacío para orar, pensar y crear,

Agotado y dispuesto a despedirme de todo.

 

¿Quién soy? ¿Este o aquel?

¿Seré hoy éste, mañana otro?

¿Seré los dos a la vez? ¿Ante los hombres un hipócrita,

Y ante mí mismo un despreciable y quejumbroso débil?

¿O bien, lo que aún queda en mí semeja el ejército batido

Que se retira desordenado ante la victoria que tenía segura?

 

¿Quién soy? Las preguntas solitarias se burlan de mí.

Sea quien sea, tú me conoces, tuyo soy, ¡oh Dios!

[Tomado de “Resistencia y Sumisión”, Ediciones Sígueme – Salamanca, 1983, traducción de José J. Alemany, pp. 243-244].  

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