3.- Oráculo Exteriorista del Decir.
José Carlos De Nóbrega. Ernesto
Cardenal (1925) forma parte de la
gran constelación lírica postmodernista de Nicaragua integrada por voces como
Salomón de la Selva, Pablo Antonio Cuadra y José Coronel Urtecho. Entre sus
libros de poesía tenemos “Hora 0” (1960), “Epigramas” (1961), “Salmos” y
“Oración por Marilyn Monroe y otros poemas” (1965), “Oráculo sobre Managua”
(1973) y “Cántico Cósmico” (1989). En 2005, Monte Ávila Editores
Latinoamericana publicó una “Antología poética” suya bajo la curaduría de Luis
Alberto Angulo. Cardenal visitó Valencia en 1974 [donde leyó en la Universidad
de Carabobo, Bárbula, algunos de sus Epigramas, el Salmo 5 y Oráculo sobre
Managua] y también a mediados de los ochenta, ello en el impacto inolvidable de
visitantes notables como Nelson Mandela y los poetas Lêdo Ivo y José Emilio
Pacheco. La escritura exteriorista del poeta y sacerdote nicaragüense, se pasea
con brutal impunidad de lo prosaico a lo lírico: El verso libre se aproxima a
la prosa inmediata de la crónica periodística y la incendiaria amonestación
profética, readaptando estética y políticamente libros bíblicos como los Salmos
[“Escucha mi protesta / Porque no eres tú un Dios amigo de los dictadores / ni
partidario de su política”], el Cantar de los Cantares [“Y sólo Tú eres el
Esposo que se tarda / y sólo yo soy la esposa sola sin esposo”] y el
Apocalipsis [“Y HE AQUÍ / que vi un ángel / (todas sus células eran ojos
electrónicos) / y oí una voz supersónica / que me dijo: Abre tu máquina de
escribir y escribe”]. Observamos también el influjo de la poesía objetivista
norteamericana y la lírica latina, por lo que la Poesía del Decir supone un
territorio fértil de diversas fuentes y tradiciones que la enriquecen
históricamente. “Epigramas” no remite simplemente a una adaptación confortable
de Catulo o Propercio a la fecha, sino la realización de un diálogo abierto
entre voces poéticas que se celebran no en balde la distancia cronológica,
cultural y estética: Se nos aparece Claudia revisitada en el deseo erótico y la
militancia del Decir [“Te doy, Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña.
/ Los he escrito sencillos para que tú los entiendas”]; la imitación vinculante
y solidaria con Propercio [“Y ella me prefiere, aunque soy pobre, a todos los
millones de Somoza”; e incluso las bravatas irónicas del mismo Catulo y Juvenal
que despellejan los anti-valores imperiales de Roma y Washington [“Tú has
trabajado veinte años / para reunir veinte millones de pesos. / Pero nosotros
daríamos veinte millones de pesos / para no trabajar como tú has trabajado”]. El
Reino de los Cielos y el Infierno que se viven en la Tierra, están más cerca
del lector [sea obrero o catedrático] pues se desenvuelven en la oralidad del
habla cotidiana: “Yo quisiera morir como vos, hermano Laureano, / y mandar a
decir desde lo que llamamos cielo / ‘Rejodidos hermanos míos de Solentiname, me
valió verga la muerte’ ”]. El discurso poético se vale, muy a favor de su
índole conversacional e inmediata, de la técnica del collage y el ensamblaje textual, ello para componer una Teología de
la Liberación y al punto una Estética mestiza. Bien sea la guerra de guerrillas
sandinista en “Hora 0”, que mixtura el reportaje, la crónica y la Historia [“Un
ejército alegre, con guitarras y con abrazos”]; el Diario de la Congregación en
“Gethsemaní, Ky” que colinda con los Ejercicios Espirituales de Ignacio de
Loyola [“A las 7 pm se acuestan los trapenses. / Todavía hay luz como si fuera
mediodía / y una luna llena como si fuera medianoche”]; o la Elegía como elogio
biográfico intenso en “Coplas a la muerte de Merton” [“Sólo amamos o somos al
morir. / El gran acto final de dar todo el ser. / O.K.”]. No es culto por la
forma ni experimentación en el vacío: La Cosa denota y connota una honda
preocupación por el Siglo, el destino incierto de la humanidad sufriente, el cambio
revolucionario de adentro y afuera, además de la banalización del discurso
político como aspectos neurálgicos a tratar en este Decir místico y lírico a
ráfagas. Por supuesto, el Amor Erótico, Místico y por el Otro constituye una
fuerza multilateral sediciosa e imprescindible. En “El telescopio en la noche
oscura” (1993), Ernesto Cardenal exhibe así nomás el río caudaloso de su propia
poesía, alimentada por las Jarchas y moaxajas mozárabes, el Cantar de los
Cantares de Salomón [traducido y comentado por Fray Luis de León], los arrebatos
líricos de San Juan de la Cruz y Santa Teresa, Rubén Darío y Sandino: “El que
amó más de todos sus compañeros, / el que amó más en toda su generación, /
amando ahora un tal ser trascendente, / como decir un tipo no existente. / En
qué has venido a parar, Ernesto”. Valga la duda de este gran poeta en sí mismo,
para acceder a las maravillas, idas y vueltas de la Poesía del Decir.
Coincidimos con el poeta Angulo en que Cardenal es uno de los poetas místicos
más conspicuos de la humanidad. VLC, 6/10/2017.
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