2.- La anti-poesía de Nicanor
Parra. Nicanor Parra (1913) es una de las voces más
significativas de la poesía chilena contemporánea junto a Gabriela Mistral,
Pablo Neruda, Gonzalo Rojas, Pablo de Rokha y Jorge Teillier. Entre sus
poemarios, el lector cuenta con la frescura reivindicativa de “Poemas y
antipoemas” (1954), “La cueca larga” (1958), “Versos de salón” (1962) y
“Canciones rusas” (1967). La propuesta anti-poética de Parra bordea la oralidad
mágica del habla popular, el humor negro y los juegos enternecedores con el
lenguaje como si se tratase de la voz salvaje de niños, adolescentes o locos de
pueblo. El Decir riguroso, divertido y tocable se desenvuelve sin miramientos tanto
en el verso uniforme y rimado como en el libre. “Sinfonía de Cuna” consiste en
un canto travieso que vincula la divinidad y la apostasía propias en la melosa
rima consonante y elemental, tenor musical de esta parodia de Jacob bailando
con el ángel: “Se enojó conmigo, / Me tiró un revés / Con su espada de oro, /
Yo me le agaché. // Ángel más absurdo / No volveré a ver”. “Defensa de un árbol”,
más que poema ecológico, supone un elogio lírico sencillo y sentido a la
naturaleza, ello en el influjo de las silvas americanas de Andrés Bello y las
odas de Neruda: “Él da la fruta deleitosa / Más que la leche, más que el nardo;
/ Luna de oro en el inverno, / Sombra de plata en el verano”. La Poesía del
Decir, en este y otros casos, posee variadísimos registros musicales, temáticos
y climáticos que se contraponen a los monólogos unidimensionales de ciertas
iglesias y cogollos literarios. “Hay un día feliz” y “Es olvido” nos remiten a
las crónicas comarcales y la literatura epistolar para configurar una “saudade”
sinuosa, campestre y compacta como la carne de la manzana que implica la vuelta
al origen, lo cual nos reconcilia con Rosalía de Castro, Miguel Hernández y
Jorge Teillier. En cambio, “Desorden en el cielo”, apela al humor ambiguo y pueblerino
para contravenir el mercado aséptico de ultratumba con que el episcopado
importuna la vida gozosa de la humanidad: “Aquí no se necesita / Del brillo de
tu esqueleto / Para amenizar el baile / De Dios y sus adeptos”. ¿No les suenan estos versos a la Teología de la
Liberación en América Latina con sus Gustavo Gutiérrez, Hélder Cámara, Monseñor
Romero y Leonardo Boff? “Autorretrato” es un texto confesional que raya en lo
hiperreal y lo satírico, de manera que embestirse a sí mismo implique desmontar
el entorno inhóspito que nos engulle sin descanso. El erotismo descarnado se
hace sentir en las canciones obscenas de marineros ebrios y disolutos, que
amenizan tangos o cuecas misóginas y desencaminadas: “Mujer parecida al mar, /
-Violada entre ola y ola- / Eres más ardiente aún / Que un cielo de nubes
rojas”. El Epitafio se reconvierte en gag marxista [me refiero a Groucho] con
el que se pretende cerrar un ejercicio autobiográfico desconsolador: “Fui lo
que fui: una mezcla / De vinagre y de aceite de comer. / ¡Un embutido de ángel
y bestia!”. “Advertencia al lector”, teniendo como anti-referencia literaria
delirante a Aristófanes, es un llamado egotista, placentero y desencaminado a
solazarse en los Poemas y antipoemas de Parra, no para cimentar el prestigio literario
sino, por el contrario, para desconfiar de las grandes voces autorizadas de la
creación y la crítica poéticas que boicotean el orgasmo lector [“O, mejor
dicho, yo exalto mi punto de vista, / Me vanaglorio de mis limitaciones. /
Pongo por las nubes mis creaciones”]. La anécdota familiar anotada en “El
Túnel”, va preñada de lamentos sarcásticos, implosiones malcriadas y un extraño
dejo paradójico de nostalgia desengañada que la juventud escurre en el albañal:
“Él vive en una campana de vidrio que se llama Arte / que se llama Lujuria, que
se llama Ciencia / tratando de establecer contacto con un mundo de relaciones /
que sólo existen para él y para un pequeño grupo de amigos”. Las andanzas de
esas tres tías insufribles y patéticas, restablecieron al joven de golpe y
porrazo a una realidad inquietante y tragicómica por explorar: La Poesía camina
en el mar de puntillas en un ademán milagroso y contingente.
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