TRES
POETAS LATINOAMERICANOS DEL DECIR
José
Carlos De Nóbrega
La
poesía crea las palabras. / Lo sé. / Esto es verdad y sigue siéndolo /
diciéndola al revés. Blas de Otero, “Cartilla (Poética)”.
el
no decir / del decir / dice // el poema
del decir / todo dice // no hay manera / de acallarlo. Luis
Alberto Angulo, “Otro decir”.
1.- Decir Drummond. Carlos
Drummond de Andrade (1902-1987) fue uno de los grandes egregios de la poesía
contemporánea de Brasil, producto del influjo y la evolución del modernismo en
sus múltiples derivaciones. Entre sus 28 libros de poesía tenemos “Alguma
poesía” (1930), “Brejo das almas” (1934), “Sentimento do mundo” (1940) y
“Reuniâo (1967) que contiene diez poemarios como “Josë”, “A rosa do povo”,
“Novos Poemas” y “Facendeiro do ar”. Su discurso poético franco, primordial y
afilado reivindica la ciudadanía de a pie en contraposición del enmarañado
manejo envenenado de los Poderes fácticos. En “Manos generosas” o “Manos juntas”,
tropezamos y nos levantamos esperanzados en una Poesía que diga cosas por el
camino real y las calles troncales que atraviesan el pueblo, sin rocambolescos
giros del estilo que sirvan y justifiquen el estatus quo: “No seré el poeta de
un mundo caduco. / Tampoco cantaré el mundo futuro. / Estoy atado a la vida y
contemplo a mis compañeros”. En “José”, uno de sus poemas emblemáticos, la voz
lírica se interroga entre el dramatismo del entorno y la burla de sí misma,
ello en la tensión que trae consigo la desilusión ideológica y estética:
“Solito en lo oscuro / sin teogonía, / cual bachaco, / sin pared alguna / para
recostarse, / sin caballo negro / que huya al galope / ¡usted marcha, José! /
José, ¿a dónde?”. Otra tendencia del Decir poético [brasilero y
latinoamericano] consiste en la reflexión substancial sobre la Poesía misma,
sin poses ni pretensiones teorizantes, esto es el Ars Poética. Por ejemplo, “Política Literaria” le da un chicotazo
al egotismo y la conformidad políticamente correcta de sus propios colegas, a
la manera de un satírico de su siglo: “El poeta municipal / discute con el
poeta provincial / cuál de ellos es capaz de vencer al poeta federal”. El
provincianismo literario que se hace pasar por nacional y universal, decae en
una ridícula mueca que ignora los puentes dorados que vinculan lo culto
[anti-culterano] y lo popular [anti-demagogia]. “La Mano sucia”, en cambio, es
un poema-objeto iracundo que no sólo contempla el mundo con disconformidad,
sino también propone una solución alternativa acicateada a la vez por la hiel y
la esperanza del cambio interior y exógeno: “Con tiempo, esperanza / y sus
maquinismos, / vendrá otra mano / pura –transparente- / a unirse a mi brazo”. “Nuestro
Tiempo” nos resulta uno de los textos poéticos más apegados a su contexto
histórico, eso sí, en la triple condición de vasallo, cronista y crítico
mordaz: “El poeta / declina toda responsabilidad / en la marcha del mundo
capitalista / y con sus palabras, intuiciones, símbolos y otras armas / promete
ayudar / a destruirlo / como a una cantera, una selva, / un gusano”. ¿Qué
balbucir ante la proposición transgenérica, musical y lúdica de “Aforismos de
Caballo”, otra de sus instalaciones poéticas?: “Caballo de pobre es morocota de
cobre / Caballo bahiano yo doy a Fulano / Caballo paulista no baja la crisma”,
lo cual nos conduce a las coplas, canciones y juegos de palabras populares
fundidas en el texto poético [y auténtico] de vanguardia. El humor humanista se
cuela en “Cuadrilla”, hecho letanía, hablilla y chisme desparramados en las
esquinas para destacar el esplendor y la miseria de ciudadanos invisibles en el
discurso mediático y estético. En “A rosa do povo”, encontramos una
aproximación poética y –por qué no- ensayística a Chaplin como pretexto picante
para cantar al “hombre del pueblo” y su contradictoria condición ciudadana
[entre la explotación que lo debilita y su posible protagonismo histórico]. He
aquí cómo se transfigura el Charlot de “La Quimera de Oro”: “Entre la mano y el
hambre, / los muros de la ley, las leguas. Entonces te transformas / tú mismo
en el gran pollo asado que fluctúa sobre todas las hambres, en el aire”. La
poesía amorosa elude el empalagamiento dulzón y kitsch, para convocar en la
alcoba una cosmología de la carne y el espíritu, no en balde la dureza de la
Palabra: “Amantes son niñitos corrompidos / por el mimo de amar: y no perciben
/ cuánto se pulverizan al fundirse, / y cómo lo que era mundo vuelve a la
nada”. ¿Este coito no emparenta con el “Cántico Cósmico” de Ernesto Cardenal?
En ambos casos, se verifica [por fortuna] que la Poesía del Decir es de difícil
escritura gracias a la transparencia y libre accesibilidad de su expresión. ¡Qué
paradójico!, ¿no?