domingo, 22 de octubre de 2017

TRES POETAS LATINOAMERICANOS DEL DECIR: CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE. José Carlos De Nóbrega


TRES POETAS LATINOAMERICANOS DEL DECIR

José Carlos De Nóbrega

La poesía crea las palabras. / Lo sé. / Esto es verdad y sigue siéndolo / diciéndola al revés. Blas de Otero, “Cartilla (Poética)”.

el no decir / del decir / dice  // el poema del decir / todo dice // no hay manera / de acallarlo. Luis Alberto Angulo, “Otro decir”.

1.- Decir Drummond. Carlos Drummond de Andrade (1902-1987) fue uno de los grandes egregios de la poesía contemporánea de Brasil, producto del influjo y la evolución del modernismo en sus múltiples derivaciones. Entre sus 28 libros de poesía tenemos “Alguma poesía” (1930), “Brejo das almas” (1934), “Sentimento do mundo” (1940) y “Reuniâo (1967) que contiene diez poemarios como “Josë”, “A rosa do povo”, “Novos Poemas” y “Facendeiro do ar”. Su discurso poético franco, primordial y afilado reivindica la ciudadanía de a pie en contraposición del enmarañado manejo envenenado de los Poderes fácticos. En “Manos generosas” o “Manos juntas”, tropezamos y nos levantamos esperanzados en una Poesía que diga cosas por el camino real y las calles troncales que atraviesan el pueblo, sin rocambolescos giros del estilo que sirvan y justifiquen el estatus quo: “No seré el poeta de un mundo caduco. / Tampoco cantaré el mundo futuro. / Estoy atado a la vida y contemplo a mis compañeros”. En “José”, uno de sus poemas emblemáticos, la voz lírica se interroga entre el dramatismo del entorno y la burla de sí misma, ello en la tensión que trae consigo la desilusión ideológica y estética: “Solito en lo oscuro / sin teogonía, / cual bachaco, / sin pared alguna / para recostarse, / sin caballo negro / que huya al galope / ¡usted marcha, José! / José, ¿a dónde?”. Otra tendencia del Decir poético [brasilero y latinoamericano] consiste en la reflexión substancial sobre la Poesía misma, sin poses ni pretensiones teorizantes, esto es el Ars Poética. Por ejemplo, “Política Literaria” le da un chicotazo al egotismo y la conformidad políticamente correcta de sus propios colegas, a la manera de un satírico de su siglo: “El poeta municipal / discute con el poeta provincial / cuál de ellos es capaz de vencer al poeta federal”. El provincianismo literario que se hace pasar por nacional y universal, decae en una ridícula mueca que ignora los puentes dorados que vinculan lo culto [anti-culterano] y lo popular [anti-demagogia]. “La Mano sucia”, en cambio, es un poema-objeto iracundo que no sólo contempla el mundo con disconformidad, sino también propone una solución alternativa acicateada a la vez por la hiel y la esperanza del cambio interior y exógeno: “Con tiempo, esperanza / y sus maquinismos, / vendrá otra mano / pura –transparente- / a unirse a mi brazo”. “Nuestro Tiempo” nos resulta uno de los textos poéticos más apegados a su contexto histórico, eso sí, en la triple condición de vasallo, cronista y crítico mordaz: “El poeta / declina toda responsabilidad / en la marcha del mundo capitalista / y con sus palabras, intuiciones, símbolos y otras armas / promete ayudar / a destruirlo / como a una cantera, una selva, / un gusano”. ¿Qué balbucir ante la proposición transgenérica, musical y lúdica de “Aforismos de Caballo”, otra de sus instalaciones poéticas?: “Caballo de pobre es morocota de cobre / Caballo bahiano yo doy a Fulano / Caballo paulista no baja la crisma”, lo cual nos conduce a las coplas, canciones y juegos de palabras populares fundidas en el texto poético [y auténtico] de vanguardia. El humor humanista se cuela en “Cuadrilla”, hecho letanía, hablilla y chisme desparramados en las esquinas para destacar el esplendor y la miseria de ciudadanos invisibles en el discurso mediático y estético. En “A rosa do povo”, encontramos una aproximación poética y –por qué no- ensayística a Chaplin como pretexto picante para cantar al “hombre del pueblo” y su contradictoria condición ciudadana [entre la explotación que lo debilita y su posible protagonismo histórico]. He aquí cómo se transfigura el Charlot de “La Quimera de Oro”: “Entre la mano y el hambre, / los muros de la ley, las leguas. Entonces te transformas / tú mismo en el gran pollo asado que fluctúa sobre todas las hambres, en el aire”. La poesía amorosa elude el empalagamiento dulzón y kitsch, para convocar en la alcoba una cosmología de la carne y el espíritu, no en balde la dureza de la Palabra: “Amantes son niñitos corrompidos / por el mimo de amar: y no perciben / cuánto se pulverizan al fundirse, / y cómo lo que era mundo vuelve a la nada”. ¿Este coito no emparenta con el “Cántico Cósmico” de Ernesto Cardenal? En ambos casos, se verifica [por fortuna] que la Poesía del Decir es de difícil escritura gracias a la transparencia y libre accesibilidad de su expresión. ¡Qué paradójico!, ¿no?           

LA ANTI-POESÍA DE NICANOR PARRA. José Carlos De Nóbrega


2.- La anti-poesía de Nicanor Parra. Nicanor Parra (1913) es una de las voces más significativas de la poesía chilena contemporánea junto a Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Gonzalo Rojas, Pablo de Rokha y Jorge Teillier. Entre sus poemarios, el lector cuenta con la frescura reivindicativa de “Poemas y antipoemas” (1954), “La cueca larga” (1958), “Versos de salón” (1962) y “Canciones rusas” (1967). La propuesta anti-poética de Parra bordea la oralidad mágica del habla popular, el humor negro y los juegos enternecedores con el lenguaje como si se tratase de la voz salvaje de niños, adolescentes o locos de pueblo. El Decir riguroso, divertido y tocable se desenvuelve sin miramientos tanto en el verso uniforme y rimado como en el libre. “Sinfonía de Cuna” consiste en un canto travieso que vincula la divinidad y la apostasía propias en la melosa rima consonante y elemental, tenor musical de esta parodia de Jacob bailando con el ángel: “Se enojó conmigo, / Me tiró un revés / Con su espada de oro, / Yo me le agaché. // Ángel más absurdo / No volveré a ver”. “Defensa de un árbol”, más que poema ecológico, supone un elogio lírico sencillo y sentido a la naturaleza, ello en el influjo de las silvas americanas de Andrés Bello y las odas de Neruda: “Él da la fruta deleitosa / Más que la leche, más que el nardo; / Luna de oro en el inverno, / Sombra de plata en el verano”. La Poesía del Decir, en este y otros casos, posee variadísimos registros musicales, temáticos y climáticos que se contraponen a los monólogos unidimensionales de ciertas iglesias y cogollos literarios. “Hay un día feliz” y “Es olvido” nos remiten a las crónicas comarcales y la literatura epistolar para configurar una “saudade” sinuosa, campestre y compacta como la carne de la manzana que implica la vuelta al origen, lo cual nos reconcilia con Rosalía de Castro, Miguel Hernández y Jorge Teillier. En cambio, “Desorden en el cielo”, apela al humor ambiguo y pueblerino para contravenir el mercado aséptico de ultratumba con que el episcopado importuna la vida gozosa de la humanidad: “Aquí no se necesita / Del brillo de tu esqueleto / Para amenizar el baile / De Dios y sus adeptos”.  ¿No les suenan estos versos a la Teología de la Liberación en América Latina con sus Gustavo Gutiérrez, Hélder Cámara, Monseñor Romero y Leonardo Boff? “Autorretrato” es un texto confesional que raya en lo hiperreal y lo satírico, de manera que embestirse a sí mismo implique desmontar el entorno inhóspito que nos engulle sin descanso. El erotismo descarnado se hace sentir en las canciones obscenas de marineros ebrios y disolutos, que amenizan tangos o cuecas misóginas y desencaminadas: “Mujer parecida al mar, / -Violada entre ola y ola- / Eres más ardiente aún / Que un cielo de nubes rojas”. El Epitafio se reconvierte en gag marxista [me refiero a Groucho] con el que se pretende cerrar un ejercicio autobiográfico desconsolador: “Fui lo que fui: una mezcla / De vinagre y de aceite de comer. / ¡Un embutido de ángel y bestia!”. “Advertencia al lector”, teniendo como anti-referencia literaria delirante a Aristófanes, es un llamado egotista, placentero y desencaminado a solazarse en los Poemas y antipoemas de Parra, no para cimentar el prestigio literario sino, por el contrario, para desconfiar de las grandes voces autorizadas de la creación y la crítica poéticas que boicotean el orgasmo lector [“O, mejor dicho, yo exalto mi punto de vista, / Me vanaglorio de mis limitaciones. / Pongo por las nubes mis creaciones”]. La anécdota familiar anotada en “El Túnel”, va preñada de lamentos sarcásticos, implosiones malcriadas y un extraño dejo paradójico de nostalgia desengañada que la juventud escurre en el albañal: “Él vive en una campana de vidrio que se llama Arte / que se llama Lujuria, que se llama Ciencia / tratando de establecer contacto con un mundo de relaciones / que sólo existen para él y para un pequeño grupo de amigos”. Las andanzas de esas tres tías insufribles y patéticas, restablecieron al joven de golpe y porrazo a una realidad inquietante y tragicómica por explorar: La Poesía camina en el mar de puntillas en un ademán milagroso y contingente.             

ORÁCULO EXTERIORISTA DEL DECIR. José Carlos De Nóbrega


3.- Oráculo Exteriorista del Decir. José Carlos De Nóbrega. Ernesto Cardenal (1925) forma parte de la gran constelación lírica postmodernista de Nicaragua integrada por voces como Salomón de la Selva, Pablo Antonio Cuadra y José Coronel Urtecho. Entre sus libros de poesía tenemos “Hora 0” (1960), “Epigramas” (1961), “Salmos” y “Oración por Marilyn Monroe y otros poemas” (1965), “Oráculo sobre Managua” (1973) y “Cántico Cósmico” (1989). En 2005, Monte Ávila Editores Latinoamericana publicó una “Antología poética” suya bajo la curaduría de Luis Alberto Angulo. Cardenal visitó Valencia en 1974 [donde leyó en la Universidad de Carabobo, Bárbula, algunos de sus Epigramas, el Salmo 5 y Oráculo sobre Managua] y también a mediados de los ochenta, ello en el impacto inolvidable de visitantes notables como Nelson Mandela y los poetas Lêdo Ivo y José Emilio Pacheco. La escritura exteriorista del poeta y sacerdote nicaragüense, se pasea con brutal impunidad de lo prosaico a lo lírico: El verso libre se aproxima a la prosa inmediata de la crónica periodística y la incendiaria amonestación profética, readaptando estética y políticamente libros bíblicos como los Salmos [“Escucha mi protesta / Porque no eres tú un Dios amigo de los dictadores / ni partidario de su política”], el Cantar de los Cantares [“Y sólo Tú eres el Esposo que se tarda / y sólo yo soy la esposa sola sin esposo”] y el Apocalipsis [“Y HE AQUÍ / que vi un ángel / (todas sus células eran ojos electrónicos) / y oí una voz supersónica / que me dijo: Abre tu máquina de escribir y escribe”]. Observamos también el influjo de la poesía objetivista norteamericana y la lírica latina, por lo que la Poesía del Decir supone un territorio fértil de diversas fuentes y tradiciones que la enriquecen históricamente. “Epigramas” no remite simplemente a una adaptación confortable de Catulo o Propercio a la fecha, sino la realización de un diálogo abierto entre voces poéticas que se celebran no en balde la distancia cronológica, cultural y estética: Se nos aparece Claudia revisitada en el deseo erótico y la militancia del Decir [“Te doy, Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña. / Los he escrito sencillos para que tú los entiendas”]; la imitación vinculante y solidaria con Propercio [“Y ella me prefiere, aunque soy pobre, a todos los millones de Somoza”; e incluso las bravatas irónicas del mismo Catulo y Juvenal que despellejan los anti-valores imperiales de Roma y Washington [“Tú has trabajado veinte años / para reunir veinte millones de pesos. / Pero nosotros daríamos veinte millones de pesos / para no trabajar como tú has trabajado”]. El Reino de los Cielos y el Infierno que se viven en la Tierra, están más cerca del lector [sea obrero o catedrático] pues se desenvuelven en la oralidad del habla cotidiana: “Yo quisiera morir como vos, hermano Laureano, / y mandar a decir desde lo que llamamos cielo / ‘Rejodidos hermanos míos de Solentiname, me valió verga la muerte’ ”]. El discurso poético se vale, muy a favor de su índole conversacional e inmediata, de la técnica del collage y el ensamblaje textual, ello para componer una Teología de la Liberación y al punto una Estética mestiza. Bien sea la guerra de guerrillas sandinista en “Hora 0”, que mixtura el reportaje, la crónica y la Historia [“Un ejército alegre, con guitarras y con abrazos”]; el Diario de la Congregación en “Gethsemaní, Ky” que colinda con los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola [“A las 7 pm se acuestan los trapenses. / Todavía hay luz como si fuera mediodía / y una luna llena como si fuera medianoche”]; o la Elegía como elogio biográfico intenso en “Coplas a la muerte de Merton” [“Sólo amamos o somos al morir. / El gran acto final de dar todo el ser. / O.K.”]. No es culto por la forma ni experimentación en el vacío: La Cosa denota y connota una honda preocupación por el Siglo, el destino incierto de la humanidad sufriente, el cambio revolucionario de adentro y afuera, además de la banalización del discurso político como aspectos neurálgicos a tratar en este Decir místico y lírico a ráfagas. Por supuesto, el Amor Erótico, Místico y por el Otro constituye una fuerza multilateral sediciosa e imprescindible. En “El telescopio en la noche oscura” (1993), Ernesto Cardenal exhibe así nomás el río caudaloso de su propia poesía, alimentada por las Jarchas y moaxajas mozárabes, el Cantar de los Cantares de Salomón [traducido y comentado por Fray Luis de León], los arrebatos líricos de San Juan de la Cruz y Santa Teresa, Rubén Darío y Sandino: “El que amó más de todos sus compañeros, / el que amó más en toda su generación, / amando ahora un tal ser trascendente, / como decir un tipo no existente. / En qué has venido a parar, Ernesto”. Valga la duda de este gran poeta en sí mismo, para acceder a las maravillas, idas y vueltas de la Poesía del Decir. Coincidimos con el poeta Angulo en que Cardenal es uno de los poetas místicos más conspicuos de la humanidad. VLC, 6/10/2017.